Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

La Divina Comedia Paraíso

INTRODUCCIÓN AL PARAÍSO
Este es el pináculo de la creación imaginaria de Dante Alighieri, la culminación de su viaje, fue la parte más querida de la comedia de Dante y sin embargo es la parte menos conocida y de hecho casi todos hablan del infierno, pocos del purgatorio, pero casi nadie habla del cielo, quizás porque su lenguaje es muy técnico ya que es místico y teológico, pero personalmente creemos que la razón es otra: pocos llegan hasta el final de la lectura de un libro tan sustancial y voluminoso, la mayoría se detiene en el infierno (como en la vida real).
Mientras que en el infierno y el purgatorio las almas estaban bien ubicadas en lugares precisos y fijos, en el paraíso las almas bienaventuradas no tienen restricciones y se les permite disfrutar de cada lugar, pero para ayudar a Dante a entender cómo se organiza el paraíso, las almas son entonces ordenadas en siete grupos, según su propia virtud, es decir: espíritus defectuosos, espíritus que trabajan por la gloria terrena, espíritus amorosos, espíritus sabios, espíritus que luchan por la fe, espíritus justos y espíritus contemplativos. Estos espíritus forman la rosa de los bienaventurados, aquellos que han llegado al cielo. Ahora veamos cómo está estructurado el Paraíso:


ESTRUCTURA DEL PARAÍSO
El Reino de los Cielos, descrito por Dante en su Comedia, ya no está conectado a la Tierra: todo es eterno y etéreo, con contornos borrosos y abstractos. Las partes que componen el Paraíso no tienen una estructura física y concreta porque cada elemento es puramente espiritual. Refiriéndose a la cosmología ptolemaica, Dante imagina que, más allá de una esfera llamada «esfera de fuego», que divide el mundo terrestre del Reino de los Cielos, nueve cielos giran alrededor de la Tierra, dispuestos uno dentro de otro, más un cielo empíreo, sede final de Dios, de los ángeles y de los bienaventurados, volviendo así al número 10: 9+1 como símbolo de perfección. Estos cielos están compuestos de una sustancia llamada éter (algo parecido al aire) y a medida que se mueven brillan, emiten dulces sonidos y son capaces de influir en los acontecimientos que suceden en la Tierra y las personas que la habitan.




 SIMBOLISMO DE LOS 10 CIELOS
En la descripción poética del tercer reino del Inframundo, Dante se aleja claramente de la tradición literaria anterior y elige un camino completamente nuevo, ya no un Trono donde reside Dios rodeado de ángeles y bienaventurados, sino espacios abiertos, infinitos, enrarecidos, abstractos e inmateriales, con efectos de luz y música, figuras geométricas e imágenes matemáticas que son lo más alejado de cualquier descripción material.
Los primeros 7 cielos toman sus nombres de los planetas, luego el cielo de las estrellas, el cielo primum mobile y finalmente el cielo donde residen Dios, los bienaventurados y los ángeles:
-I Cielos (de la Luna). Está gobernado por Ángeles y está asociado con espíritus débiles que no cumplieron sus votos. Influencia: voluntad débil.
- II Cielo (de Mercurio). Está regido por los Arcángeles y está asociado con los espíritus que trabajan por la gloria terrenal. Influencia: deseo de gloria terrenal.
- III Cielo (de Venus). Está gobernado por los Principados y está asociado con los espíritus amorosos. Influencia: amor hacia los demás.
- IV Cielo (del Sol). Está gobernado por el Podestá y está asociado a los espíritus sabios. Influencia: amor a la sabiduría.
- V Cielo (de Marte). Está regido por las Virtudes y está asociado con los espíritus que luchan por la fe. Influencia: combatividad.
- VI Cielo (de Júpiter). Está gobernado por los Dominios y está asociado con los espíritus justos. Influencia: amor a la justicia.
- VII Cielo (de Saturno). Está regido por los Tronos y está asociado con la contemplación de los espíritus. Influencia: tendencia a la vida contemplativa.
- VIII Cielo (de las Estrellas Fijas). Está gobernado por los querubines. Influencia: amor al bien.
- IX Cielo (Primum Mobile). Está gobernado por los Serafines y pone en movimiento todos los demás Cielos.
- X Cielo (Empíreo). Es la sede de Dios, de los ángeles, de los bienaventurados.
 El cielo empíreo a su vez, el último, está rodeado de otro simbolismo del número 10: nueve coros angelicales más la rosa de los bienaventurados (9+1=10). Mientras que los bienaventurados se dividen en 7 grupos según la influencia celestial que recibieron en vida.

Canto 1 del Paraíso
Dante comienza declarando que lo que va a describir es difícil, ya que el intelecto humano no puede recordar lo que ve cuando penetra en Dios. El poeta invoca la asistencia de Apolo (en todos los reinos siempre comienza con una invocación), ya que la ayuda de las Musas ya no le basta. Por esta razón ya no está Virgilio, él era el símbolo de la razón humana, de la filosofía, a partir de ahora Dante estará acompañado por Beatriz que representa la gracia de la fe, la teología. Psicológicamente, sin embargo, podemos decir que sin el amor (Beatriz) no podemos penetrar la dimensión más profunda y sublime de la psique humana, del alma, de nuestra interioridad. Dante no sabe si es un cuerpo o un espíritu, aún se siente transformado (transhumanización) y Béatrice le explica que las leyes físicas de la tierra ya no funcionan aquí. Luego le explica que todas las cosas del Universo están ordenadas entre sí, de modo que forman un todo armonioso y tienden hacia su principio que es Dios. Debemos precisar aquí que los conceptos son metafísicos: El primer motor inmóvil es un concepto aristotélico tomado de Santo Tomás de Aquino, según el cual Dios es aquella dimensión en la que todo toma movimiento y fluye mientras Él está inmóvil y eterno. Dios, sin embargo, no es una entidad física sino puro intelecto, lo que nos recuerda mucho al mundo de ideas de Platón. Por lo tanto, siendo el hombre una criatura racional, ve la huella de Dios y si la sigue adquiere su realización o grandeza.

Canto 2 del Paraíso
Dante se dirige a los lectores que no poseen un conocimiento teológico perfecto y les advierte que no se hagan a la mar siguiendo la estela de su barco, porque correrían el riesgo de perderse. Dante y Beatriz llegan al primer cielo, el de la Luna. Dante se pregunta qué causa las manchas lunares, pensando que se debe a la diferente densidad de la masa. Beatriz en cambio explica que la diferencia de esplendor depende de la mayor o menor alegría de la inteligencia que se manifiesta en las diversas estrellas y en las partes de una misma estrella, porque la alegría es igual a la cantidad de luz reflejada, por lo tanto donde no hay alegría hay sombra o manchas.

Canto 3 del Paraíso
Aún en el cielo de la Luna Dante percibe espíritus evanescentes, son las almas de los espíritus defectuosos o débiles que no han completado su vocación o compromiso. De hecho, la primera figura o personaje que encuentra Dante es una mujer, Piccarda Donati, que fue monja en vida pero no respetó sus votos religiosos. A pesar de todo, le explica a Dante que no sufre porque tiene la gracia concedida por Dios de no desear más de lo que tiene. Ojo, este hecho es de suma importancia: somos infelices en la medida en que deseamos más de lo que la naturaleza nos ha provisto, así que si estoy en armonía con el universo, es decir, con los deseos de Dios para mí, siempre seré feliz. Deberíamos estar felices con lo que tenemos y no infelices con lo que nunca tendremos. La felicidad está en querer lo que tienes, no en desear lo que quieres, porque muchas veces queremos más de lo que deberíamos. Piccarda Donati, aun estando en el primer cielo, no desea estar en el décimo, se siente plena donde está y esa plenitud es su felicidad o bienaventuranza. Así que los grados son diferentes, unos en el primer cielo y otros en el décimo, pero la plenitud es la misma para todos, por eso todos los bienaventurados gozan eternamente de la misma felicidad. Hay dos vasos, uno pequeño y otro grande, ambos vasos están llenos, así que lo que importa no es la cantidad, es decir, cuál vaso tiene más agua, sino la calidad, es decir, la plenitud y ambos están siempre llenos. Sería absurdo si el vaso pequeño quisiera la cantidad del vaso grande, no podría contenerla, por lo tanto no sería él mismo y por lo tanto sería infeliz.
Piccarda Donati señala a Dante otra mujer que vivió la misma experiencia: era monja y se vio obligada a abandonar el convento para casarse con el emperador Enrique VI con quien tuvo a su hijo Federico II de Suabia; esta mujer era la emperatriz Constanza de Hauteville. Al final de sus palabras, Piccarda entona el Ave María y desaparece lentamente, como un objeto que cae en aguas profundas.

PS: ¿Os acordáis de Forese Donati en la terraza de los glotones del purgatorio? Era hermano de Piccarda Donati y explicó que su hermano Corso Donati había secuestrado a su hermana del convento para entregarla en matrimonio a uno de los políticos poderosos para ganar favores en la posición social y por esto Forese dice que su hermana estaba entre los bienaventurados en el cielo y su hermano irá al infierno.

Canto 4 del Paraíso
Dante, pensando en los espíritus defectuosos, tiene una gran duda: ¿por qué, si no es su culpa, aún así tienen que pagar por ello? ¿Dónde está la justicia divina? Beatriz explica que algunas almas, como la de Piccarda Donati, han sufrido violencia, pero luego no resistieron (fue secuestrada del convento y obligada a casarse con un hombre, pero no resistió) por lo que Dios no la condena, de hecho está en el cielo, pero tampoco pudo conocer una virtud superior, como la de los Mártires que se opusieron hasta la muerte para no hacer algo que era contra su voluntad. Dante pregunta entonces, siempre con sus dudas, ¿por qué estas categorías o posiciones en el cielo? Beatriz explica que en realidad estas divisiones no existen, fueron hechas para que Dante pudiera entender la diferente intensidad de la dicha, pero en realidad todos en el cielo residen en lo empírico. Fue una influencia de Platón, con su libro Timeo, que hizo que la gente tuviera una concepción dividida del cielo e identificara a las personas o dioses por los planetas que los influenciaban (Júpiter, Mercurio, Marte luego Zeus, Hermes, Ares). Béatrice dice que esto es sólo un sentido metafórico y no real.
Pero Dante plantea otra duda: Piccarda había dicho que había sido fiel a su deseo monástico, Beatriz en cambio dice que no, si la Beata no puede mentir, ¿por qué Beatriz y Piccarda se contradicen? Beatriz explica entonces que hay una verdad absoluta y una verdad relativa: la verdad absoluta no se doblega ante el mal, mientras que la verdad relativa lo hace por compromiso y miedo. La voluntad absoluta de Piccarda no consiente en su corazón el mal que ha sufrido, pero su voluntad relativa sí lo consiente porque teme sufrir un daño mayor si se opone y por eso Piccarda cede y se casa aunque es monja.
 Dante declara que el intelecto humano nunca está satisfecho a menos que sea iluminado por la luz de la verdad divina y este deseo de alcanzar la verdad siempre da lugar a nuevas dudas como brotes. El poeta quiere saber si el hombre puede compensar el voto incumplido con una buena acción y Beatriz le dirige una mirada tan llena de amor que la vista de Dante queda deslumbrada y se ve obligado a bajar la mirada, y se siente perdido.

Canto 5 del Paraíso
Este canto se abre con una revelación muy bella: Beatriz explica que si su mirada deslumbra es porque ve la mente de Dios. De hecho, las miradas de las personas profundas son un pozo de luz, porque en ellas se ve la esencia de lo que uno debe ser. Entonces Beatriz responde a la pregunta del canto anterior: Un voto no puede ser pagado con una buena obra, porque el voto es libre albedrío, el don más precioso que Dios ha dado a los hombres y a los ángeles, y nada puede ofrecerse como compensación, porque sería como querer hacer una buena obra con el producto de un robo (intentar engañar a tu esposa y luego pedir perdón con una flor). Beatriz dirige una dura advertencia a los hombres, para que no tomen a la ligera la importancia del voto: deben ser más reflexivos y no pronunciarlo demasiado a la ligera.
Beatriz invita a Dante a ascender al segundo cielo, el de Mercurio, donde se encuentran los espíritus que trabajan y laboran por la gloria terrena. Dante inicia un diálogo con un espíritu que se le acerca y le pregunta quién es y por qué está en ese cielo de Mercurio. Este espíritu se llama Justiniano, quien será el protagonista de los siguientes cantos. Fue emperador romano de Oriente del 527 al 565 d.C., cuya fama está ligada sobre todo a la reconquista militar de Occidente a través de la invasión del norte de África. En la época de Dante, la información sobre el emperador era escasa e incompleta, y por tanto incompleta, y esto quizá explica el hecho de que el poeta desconozca las muchas fechorías que Justiniano cometió durante su reinado, convirtiéndolo en la figura de un monarca ejemplar y en pleno acuerdo con la función espiritual de la Iglesia.

Canto 6 del Paraíso
Estamos en el segundo cielo, el de Mercurio, aquí están las almas que han trabajado duro para ganar fama y honor. Como todos los cantos número 6, este también es político y el alma con quien Dante establece un diálogo es el emperador Justiniano quien le cuenta un poco de la historia del imperio desde sus inicios hasta la época de Dante, donde le explica que es incorrecto oponerse al símbolo imperial (como hacen los güelfos) pero también incorrecto explotarlo para los propios intereses (como hacen los gibelinos), por lo que las dos facciones, que en ese momento gobernaban Florencia, no hacen más que distanciarse de la justicia que representa ese símbolo. Estas almas que aspiran a la gloria terrena, como todos los políticos, al final se alejan del poder del amor divino para buscar el amor del poder humano. Pero la historia no sigue la voluntad de los hombres sino el plan divino y sus obras han estado en último término al servicio de la gloria de Dio. Justiniano señala el alma de Romeo de Villanueva, que brilla en este mismo Cielo: fiel al estado, aumentó el poder del gobierno, hizo reinas a sus cuatro hijas, y sin embargo fue injustamente acusado de corrupción y acabó mendigando en las calles y si el mundo supiera con qué dignidad se redujo a una vida de miseria lo habría alabado.

Canto 7 del Paraíso
Este canto es un breve tratado de cristología en el que Beatriz intenta disipar más dudas de Dante. ¿Por qué Cristo, aun siendo justo, sufrió una muerte tan injusta? Ella dice que fue injusta porque Cristo era un alma pura, pero justa porque èl había asumido la culpa del humanidad en el cuerpo humano. Entonces Dios eligió esa forma de castigo o redención porque era la más sublime: porque Dios no perdonó al hombre con un simple acto de generosidad, sino que quiso sacrificarse y fue por esto que Cristo se hizo hombre (Dante sigue atado a una visión medieval del pecado original que en el fondo es absurda: Dios condena al hombre porque quiere ser como Dios cuando ya era como Dios, lo hizo a su imagen y semejanza, y luego es Dios quien comete el mismo pecado a la inversa: Dios quiere ser hombre. Lo castiga con la muerte y luego para liberarlo de la muerte viene a morir él mismo, por no hablar de un pecado que se transmite como un virus a toda la humanidad, cuando el pecado es un acto personal por tanto no hereditario para quien pretende ser misericordioso y amoroso como Dios. Es toda una locura absurda esta doctrina).
Dante tiene otra duda: ve que los elementos naturales y sus compuestos son corruptibles, aunque hayan sido creados por Dios, y esto parece contradecir lo que dijo antes Beatriz sobre las cosas creadas directamente por Dios. La mujer explica que los ángeles y los cielos fueron creados en la plenitud de su ser, mientras que los elementos naturales y los objetos compuestos por ellos fueron formados por influencias celestiales. Sólo se creó directamente su materia prima, así como la virtud informativa que se encuentra en los astros, que crea el alma vegetativa y sensitiva extrayéndola del complejo de materia apta para tomar forma. El alma humana, en cambio, es creada directamente por la bondad divina, y se enamora de ella hasta tal punto que luego anhela reunirse con ella. Desde aquí Dante puede comprender cómo es posible la resurrección física de los cuerpos.

Canto 8 del Paraíso
Dante explica que el mundo pagano creía que la diosa Venus difundía desde el tercer planeta la tendencia al amor sensual, por lo que los antiguos adoraban a esta deidad y también a Dione y Cupido, madre e hijo de la diosa. Dante no se da cuenta que está ascendiendo al tercer Cielo, el de Venus, salvo que la belleza de Beatriz ha aumentado y entonces ve varias luces, que son los espíritus amorosos, girando en círculo. Como de costumbre, una de las almas se acerca a Dante dispuesta a satisfacer sus peticiones o preguntas. Es el alma de Carlos Martel, rey de Hungría, amigo de Dante con quien compartía gustos literarios. Ahora Dante le pide al espíritu que le explique cómo es posible que un padre liberal dé a luz a un hijo codicioso. Entonces el bienaventurado responde explicando la compleja teoría de las influencias celestiales, que dirigen a cada ser hacia su fin según el plan inescrutable de la divina Providencia. Esta visión, sin embargo, es muy determinista (si todo ya ha sido predestinado, entonces la libertad humana no tiene valor y no deberíamos ser considerados responsables de tomar decisiones equivocadas porque ya habían sido previstas). Carlo sin embargo señala que cada uno de nosotros tiene una inclinación o vocación natural, pero a veces nos encontramos en ambientes discordantes a nuestro alrededor, de modo que a quienes deberían ser monjes se les obliga a convertirse en guerreros, o bien obligan a un hombre que se inclina a la vida religiosa a convertirse en rey, por lo que el camino de los hombres se desvía del camino trazado por Dios.

Canto 9 del Paraíso
Todavía estamos en el tercer cielo de Venus. Dante se encuentra con otras almas como Cunizza da Romano, hermana de Ezzelino III a quien Dante había encontrado en el infierno en el círculo de aquellos que son violentos con el prójimo. Ella profetiza algunos desastres sociales. Murió en 1279 o poco después, y pronto fue representada como una mujer de hábitos inescrupulosos y libertinos en el campo del amor, que luego se arrepintió y se dedicó a una vida piadosa y a obras de caridad, por lo que se encuentra en el cielo de los espíritus amorosos. Después Dante encuentra a un poeta genovés, Folchetto, quien intuye que Dante también quiere saber el nombre del alma que brilla a su lado y por ello la revela como Rahab, la prostituta cananea que acogió en su casa a los exploradores enviados por Josué y los ocultó del rey de Jericó. Rahab es el emblema de la victoria de Josué en Tierra Santa, aquella tierra que ahora importa muy poco al Papa: desde aquí Folchetto lanza una dura invectiva contra el clero y, en particular, contra la ciudad de Florencia, que produce y difunde la flor maldita (el florín = moneda de dinero), causa primera de la corrupción eclesiástica y del hecho de que los clérigos estudien y lean sólo libros de derecho canónico y se ocupen poco del pueblo. 

Canto 10 del Paraíso
Dante describe el esplendor del universo pero debemos tener presente que su concepción es ptolemaica: se trata de un sistema cosmológico finito, esférico y geocéntrico, en el que alrededor de la Tierra, inmóvil en el centro del universo, giran, en orden de distancia, la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter, Saturno y la esfera de las estrellas fijas. Y así Beatriz conduce a Dante de Cielo en Cielo, tan rápidamente que su acción es casi instantánea: sin darse cuenta, Dante ya está en el cuarto cielo, el del Sol. Aquí los espíritus sabios se le aparecen a Dante, siempre satisfechos por la visión de Dios. La belleza es tan inmensa que Dante dice que no hay palabras para describirla. Dante como de costumbre encuentra almas, primero el gran filósofo y teólogo Santo Tomás de Aquino junto a su maestro Alberto Magno, luego Tomás indica un total de 12 grandes pensadores que forman una corona de luz alrededor de Dante y Beatriz (Francisco Graciano, Pedro Lombardo, Salomón, Dionisio el Areopagita, Pablo Orosio, Severino Boecio, Isidoro de Sevilla, Beda el Venerable, Ricardo de San Víctor y Siger de Brabante). Tan pronto como Tomás termina de hablar, la corona comienza a girar de nuevo y a cantar tan dulcemente que recuerda a Dante un reloj que suena para llamar a los frailes de un convento a celebrar Maitines, para así llenar de amor el espíritu bien dispuesto.

Canto 11 del Paraíso
Dante observa que el razonamiento de los hombres es falaz y los lleva a volverse hacia las cosas terrenas, así unos se dedican a los estudios jurídicos, otros a las ciencias médicas, otros a los oficios eclesiásticos, otros al gobierno temporal, al robo, a los asuntos políticos, al placer carnal y a la ociosidad: en cambio el poeta está libre de todas estas cosas porque su mente está en la dimensión divina. Aquí Santo Tomás comienza a elogiar a un gran poeta y santo: San Francisco de Asís que quiso casarse con una mujer con la que nadie quiere unirse, es decir, la Pobreza. Este ejemplo atrajo a muchos otros seguidores e hizo de los franciscanos un ejemplo de quienes renuncian a todo para unirse al Todo Universal. Santo Tomás relata toda la vida de San Francisco desde los lugares donde vivió, su infancia, su separación de su padre, la fundación del orden religioso. Finalmente, Santo Tomás señala el otro gran orden que dominaba el panorama eclesial de aquella época, es decir, el orden de Santo Domingo de Guzmán al que él pertenecía, pero sólo de ellos dice que los que son fieles al orden crecen en santidad, pero los demás sólo se enriquecen. Así pues, en este canto Dante subraya la decadencia de los órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) que ya se habían distanciado del espíritu de sus fundadores.

Canto 12 del Paraíso
En el canto anterior, Santo Tomás, que era dominico, alaba al orden franciscano y critica su orden de Santo Domingo, mientras que en este canto ocurre el reverso de la moneda, aparece el alma de San Buenaventura, que es franciscano, y alaba a los dominicos y critica la decadencia de la orden de San Francisco. Como en el canto anterior, aquí Buenaventura comienza a narrar la vida de Santo Domingo desde su nacimiento hasta que se convierte en un gran teólogo y pide permiso al Papa para fundar un orden para combatir las herejías.
San Buenaventura se había separado de una segunda corona de espíritus que se había reunido alrededor de la primera corona. Esta corona, al igual que la primera, estaba compuesta por 12 espíritus sabios entre ellos San Buenaventura (el Iluminado de Rieti, Agustín de Asís, Hugo de San Víctor, Pedro el Pesebre, Pedro de Lisboa, el profeta Natán, San Juan Crisóstomo, Anselmo de Aosta, Elio Donato, Rábano Mauro y Joaquín de Fiore).

Canto 13 del Paraíso
Dante tiene otra de sus innumerables dudas: para él la mayor sabiduría viene de la luz redimida de Cristo, mientras que Santo Tomás había dicho que ningún hombre ha sido jamás más sabio que Salomón. Pero el santo lo tranquiliza diciéndole que la sabiduría de Salomón no es otra cosa que la misma luz intelectual reflejada del Creador que es Cristo, el Verbo en nosotros, por lo que no hay contradicción en sus afirmaciones opuestas, aunque la materia de las cosas creadas y la influencia de los Cielos no sean idénticas, por tanto la materia refleja más o menos la luz de la idea divina, pero cada uno de nosotros la refleja de forma diferente y por eso todos somos diferentes. Por eso, dice Santo Tomás, es fácil caer en el error de hacer juicios apresurados: el hombre que se permite hacer juicios apresurados sobre lo que no sabe es decididamente necio: la opinión corriente le lleva a conclusiones erróneas, luego el amor a su tesis le impide reconsiderar su idea equivocada.

Canto 14 del Paraíso
Beatriz intuye otra de las dudas de Dante: si la luz de aquellas almas, una vez recuperados sus cuerpos redimidos, pierde su brillo. Salomón resuelve la duda respondiendo: el cuerpo permanecerá visible dentro de la luz, así como el carbón ardiente es visible en la llama que lo rodea, y su vista podrá sostener la mirada de la luz porque los órganos del cuerpo serán fortalecidos y los bienaventurados quedarán envueltos en el halo luminoso mientras dure su bienaventuranza, es decir, por la eternidad. Cuando Dante consigue levantar la mirada se da cuenta de que está ascendiendo alto, hacia el Cielo superior, el quinto, el de Marte, donde residen los espíritus luchadores por la fe. Están dispuestos en dos franjas luminosas en las que las luces fluyen rápidamente. Las dos rayas son perpendiculares como los brazos de una cruz. Los bienaventurados cantan un canto indescriptible, comparable a la nota indistinta que emite un instrumento de cuerda como el arpa, suficiente para extasiar a Dante.

Canto 15 del Paraíso
Entre los bienaventurados en el cielo de Marte, Dante encuentra a su tatarabuelo Cacciaguida, quien le dice cosas tan profundas que Dante no puede entenderlas, no porque quiera ocultar su significado, sino porque el concepto expresado supera las capacidades humanas del intelecto del poeta. Al cabo de un rato Cacciaguida vuelve a hablar de forma inteligible y se dirige al poeta diciéndole que llevaba mucho tiempo esperando su llegada, porque lo había visto en la mente de Dios. Cacciaguida revela al poeta ser su pariente y le dice que su hijo, Alighiero I, bisabuelo de Dante, todavía está en el purgatorio y lo invita a rezar por él para reducir el tiempo de su estancia en el segundo reino. Luego comienza a contarle a Dante cómo era su ciudad de Florencia en el pasado: La población era sobria y modesta, no hacían alarde de joyas ni de adornos suntuosos, ni las mujeres usaban ropas de moda para hacerse más llamativas. Cuando nacia la hija, su padre no temia la costumbre de casarse pronto, ni los ciudadanos se entregaban a la lujuria como en la Florencia actual. Luego Cacciaguida cuenta cómo se convirtió en caballero al servicio del emperador Conrado III en la Segunda Cruzada. Luego fue a luchar contra los infieles en la Tierra Santa, usurpada por los pueblos islámicos debido al descuido de los papas, y murió en batalla.

Canto 16 del Paraíso
Dante observa que si la nobleza de sangre lleva a jactarse en el Cielo, como le ocurrió al oír las palabras de Cacciaguida, no le sorprende que esto ocurra en la Tierra donde el afecto de los hombres es débil. Dante se dirige a su antepasado y declara que lo que le dijo lo llenó de alegría y orgullo. Dante se jacta de su nobleza y pone en los recuerdos y palabras de su tatarabuelo una serie de sentimientos muy carnales, terrenales y poco celestiales. Estamos en el centro del Paraíso y sin embargo en este canto hay dos cosas que, en nuestra humilde opinión, no son dignas del Paraíso, más bien están en contradicción con un espíritu que ha alcanzado estas alturas racionales. Estas dos cosas son el patriotismo y de él nace el racismo.
Para Cacciaguida la causa de la decadencia de Florencia fue su mezcla con gentes de otras provincias y dice que "la población de Florencia era pura hasta el último artesano y no mezclada con las del campo... Si la Iglesia no hubiera usurpado la autoridad imperial de César, los campesinos que ahora ejercen el intercambio y el comercio no se habrían convertido en ciudadanos de Florencia..." luego también los describe con desprecio: "¡el hedor de los campesinos urbanizados dispuestos a cometer cualquier baratería!". Cacciaguida termina el canto repasando las principales familias florentinas, ya en decadencia en su época aunque todavía ilustres. Dante describe así la transición de una sociedad feudal a una sociedad mercantil, pero la moral cristiana consideraba a los comerciantes como infieles que se enriquecían deshonestamente.
Creemos que todo patriotismo está teñido de corrupción porque es un servilismo del cerebro manipulado por la política y como la política siempre ha sido corrupta, en consecuencia el patriotismo es una falsa excusa de amor fraternal entre ciudadanos y un falso valor social, es un lavado de cerebro político, un idealismo al servicio de los poderosos. Dante es hijo de su tiempo: una sociedad que lucha por defenderse de las invasiones, sectarismos y conquistas que eran comunes en esa época y esto aumenta el sentido de pertenencia y exclusividad de una sociedad e incluso de una misma familia o clan.

Canto 17 del Paraíso
Dante pide a su antepasado Cacciaguida noticias sobre su vida futura, ya que ha escuchado oscuras profecías sobre él tanto en el infierno como en el purgatorio, y el poeta quisiera tener más información al respecto. El antepasado profetiza que Dante será exiliado de Florencia. Esto fue deseado y buscado ya en el año 1300 por el Papa Bonifacio VIII, en la Curia donde cada día se comerciaba con Cristo. Dante encontrará primero refugio en Verona, bajo la protección de Bartolomeo Della Scala. Sin embargo, debemos tener presente que la Divina Comedia fue escrita en realidad después del exilio de Dante de Florencia, por lo que esta obra puede verse como una especie de desquite contra una ciudad moralmente corrupta. Por esta razón el antepasado le dice a Dante que no debe guardar rencor a sus conciudadanos, ya que su vida está destinada a durar mucho más allá del castigo que les sobrevendrá. Dante todavía tiene miedo de que sus cantos puedan resultar molestos, pero su antepasado lo tranquiliza diciéndole que los lectores con conciencia culpable por sus propios pecados o los de otros se sentirán molestos por sus palabras, y aun así tendrá que eliminar cada mentira y revelar todo lo que vio en su viaje al más allá, dejando a aquellos que tengan ganas de rascarse si les pica la conciencia. Ciertamente sus versos serán desagradables al principio, pero una vez digeridos serán un alimento vital para las almas.
La misión de Dante es continuar su misión política pero actuando en el nivel literario de la poesía.

Canto 18 del Paraíso
Último canto en el que aparece el tatarabuelo de Dante y antes de ascender al siguiente cielo le muestra algunos espíritus que luchan por la fe: Josué, Macabeo, Carlomagno y muchos otros. El poeta se da cuenta de que ha ascendido al siguiente Cielo, el sexto Cielo de Júpiter, ya que éste gira con un arco más amplio y la belleza de Beatriz ha aumentado aún más. En este Cielo aparecen las almas de los espíritus justos. Las luces de los bienaventurados se unen para formar varias letras, treinta y cinco letras en total, que al unirse dan lugar a la inscripción 'DILIGITE IUSTITIAM, QUI IUDICATIS TERRAM' ('Ama la justicia, tú que juzgas la Tierra').
Dante se extasía observando aquellas luces gemológicas que salpican el Cielo de Júpiter, representando la justicia cuyo influjo emana de ese astro: ruega a Dios que vuelva su mirada hacia la Tierra, de donde sale el humo de la corrupción que oscurece tan benéfica influencia, para así enojarse por el comercio simoníaco que se desarrolla en el seno de la Iglesia, extraviada por el mal ejemplo de papas corruptos, como el Papa Juan XXII, a quien no le importan las almas sino que sólo piensa en San Juan Bautista representado en los florines (la figura del santo impresa en las monedas).

Canto 19 del Paraíso
Los espíritus de los justos se disponen para formar un águila y Dante tiene una duda: quién nace en lugares lejanos donde nunca se sabe nada de Cristo, y vive una existencia virtuosa sin cometer ningún pecado. Este hombre muere sin bautismo y sin fe, y por tanto no puede obtener la salvación: ¿cómo se puede conciliar esto con la justicia divina? El águila explica que Dante, como hombre, no puede ciertamente erigirse en juez de una cuestión tan profunda, ni pretender ver con su vista limitada una verdad que está a mil millas de distancia: La visión humana, continúa el águila, que es sólo uno de los rayos de la mente divina, no es capaz por su naturaleza de comprender el primer principio (Dios) que está más allá de su alcance. Por eso el ojo humano no puede penetrar la justicia divina, así como no se puede distinguir el fondo del océano del mar abierto. La voluntad de Dios es buena en sí misma y nunca se ha desviado de sí misma, por lo tanto, todo lo que se ajusta a ella es naturalmente correcto aunque no se llame cristiano. El águila destaca a aquellos que, a pesar de no conocer a Dios, son justos y merecen el cielo, mientras que los cristianos injustos no tendrán gracia ante Dios. Dicho esto, hace una lista de muchos reyes y príncipes cristianos corruptos.

Canto 20 del Paraíso
El águila invita a Dante a mirar atentamente su ojo, porque los espíritus justos que allí residen son, entre todos los que componen la figura, los más dignos de todos. El que está colocado en el centro del ojo como si fuera la pupila es David, luego los cinco bienaventurados que forman el borde del ojo: el emperador Trajano, Ezequías, Constantino el emperador que cedió Roma al papa e hizo una cosa mala pero con la intención correcta, luego está Guillermo el Bueno y finalmente nadie creería que la quinta luz del ojo està el troyano Rifeo, que murió heroicamente en la defensa extrema de la ciudad de Troya. Dante queda maravillado y asombrado al descubrir que hay paganos en el cielo.
Para nosotros hoy estos pensamientos no parecen tener mucha importancia, pero consideremos que en el tiempo de Dante estas posiciones eran valientes, contracorrientes, proféticas e incluso heréticas. El contexto eclesiástico medieval era que fuera de la Iglesia Católica Romana no había salvación. Dante muestra que aunque la Iglesia dice que Dios ha vinculado la salvación a la fe católica, Dios no está vinculado a la Iglesia y puede actuar con una justicia que va más allá de la concepción humana racional.

Canto 21 del Paraíso
Durante el ascenso al Cielo ocurre un hecho importante: a medida que ascienden a un cielo superior, la belleza de Beatriz se intensifica, su esplendor crece tan poderosamente que advierte a Dante que cuando lleguen al cielo de Saturno, el séptimo, ella ya no sonreirá porque de lo contrario él querría reducido a cenizas, por lo que su esplendor debe ser templado a los ojos mortales de Dante. En el cielo de Saturno se encuentran los espíritus de las almas contemplativas, las almas que han tenido la capacidad de entrar en el mundo introspectivo, interior, el cielo del alma, por eso Dante ve una escalera dorada y resplandeciente, que se eleva hasta donde alcanza la vista, tanto que el poeta no puede ver su final. Dante conoce a San Pedro Damián, un monje eremita, quien le explica que aquí su oído mortal no puede oír el canto por la misma razón que sus ojos no pueden ver el esplendor de la belleza de Beatriz, de ahí el silencio absoluto en el planeta Saturno.
San Pedro Damián, que además de monje fue también obispo y luchó por el bien espiritual de la Iglesia, recuerda con pesar cómo San Pedro y San Pablo vivían en la pobreza y la mendicidad, aceptando comida de cualquiera, mientras que ahora los cardenales quieren estar rodeados de sirvientes que los sostengan por ambos lados, que los lleven en carruajes y que les levanten la cola de sus mantos, tan corpulentos y pesados ​​son. ¡Grande es la paciencia de Dios que tolera tal lujo desenfrenado!

Canto 22 del Paraíso
Dante, lleno de asombro ante el grito de los espíritus contemplativos, no comprende que es un grito de venganza divina contra la corrupción de la Iglesia, que llegará a su debido tiempo a pesar de la expectativa o el temor de los hombres en la Tierra. En este punto Beatriz invita a Dante a dirigir su atención a los otros espíritus que están a punto de mostrarse ante él. Aquí aparece San Benito, fundador de su orden monástica y por tanto contemplativo por excelencia en la Iglesia, pero en este canto San Benito condena a todos los monjes de su orden que ahora han caído en la decadencia religiosa. Los monasterios benedictinos, antaño llenos de almas santas, se han convertido ahora en cuevas y los hábitos de los frailes son sacos llenos de harina en mal estado. Sin embargo, la usura más grave no ofende tanto a Dios como la avaricia de los monjes que se apoderan de los diezmos, que en realidad estaban destinados a alimentar a los pobres y no a los familiares del clero o, peor aún, a sus concubinas.
Después de escuchar a San Benito, Dante inicia su ascenso, conquistando su naturaleza corpórea y entrando en el octavo cielo, el de las estrellas fijas.

Canto 23 del Paraíso
Cuanto más se asciende, más deslumbrante se vuelve la luz para el intelecto humano. Se percibe el esfuerzo de Dante por describir estas dimensiones celestiales y su constante repetición de que nuestras palabras ya no son capaces de decir lo que ven, pone de relieve la imposibilidad de la razón para captar intuiciones abstractas, como si le faltaran al poeta incluso las ideas.
En el cielo de las estrellas fijas están los espíritus de las almas guiadas por el amor al bien. Aquí Beatriz anuncia la llegada de Cristo. Dante ve entonces miles de luces, similares a las estrellas que rodean la luna en las noches claras, pues están iluminadas por una luz mucho más intensa (Cristo): dentro de ella el poeta vislumbra la figura humana de Jesús, pero trasciende sus capacidades visuales y es incapaz de sostenerla. Beatriz insta a Dante a mirarla a ella, porque ha visto cosas tan elevadas (la imagen humana de Cristo) que ahora es capaz de sostener la belleza de su sonrisa. Entre los bienaventurados, Dante ve, además de los apóstoles, el esplendor de la Virgen María que sigue a Cristo hacia el cielo empíreo, mientras que el canto termina con la aparición de San Pedro.
Estas cantos son a menudo tan luminosos que incluso nosotros los lectores quedamos deslumbrados en el sentido (incluso en broma) de que entendemos muy poco o al menos, más allá de lo que vislumbramos no hay mucho más que entender. 

Canto 24 del Paraíso
Beatriz reanuda su intervención rogando a San Pedro, a quien Cristo confió simbólicamente las llaves del Paraíso, que ponga a prueba a Dante sobre el tema de la fe, para permitirle exaltar la fe misma, gracias a la cual uno se convierte en ciudadano del Paraíso. Dante se siente el bachiller, es decir, el estudiante que se prepara para hacer el examen final de teología, y cuando San Pedro le pide que defina la fe, Dante mira a Beatriz y ella lo tranquiliza y lo invita a hablar sin miedo. Dante dice que "la fe es la sustancia de las cosas esperadas y la demostración de las que no son manifiestas; además, como sólo es posible deducir lógicamente sobre materias para las cuales no hay prueba tangible, es correcto hablar de demostración". Desgraciadamente, esta definición de Dante es falsa: la demostración de Dios es imposible, sólo se puede llegar a una demostración lógica y por tanto ideal del pensamiento, pero ésta es insuficiente a nivel real y sobre todo científico. En la época de Dante, esta demostración se basaba en argumentos puramente filosóficos, bien conocidos como los 5 caminos de Santo Tomás de Aquino, que de ninguna manera apelaban a la preexistencia de la fe, que era la teoría a priori de San Anselmo de Aosta.
Después de más preguntas, Dante concluye y declara que cree en un solo Dios que mueve toda la creación con amor y deseo. Así como un amo escucha una buena noticia de su siervo y luego lo abraza, felicitándolo, tan pronto como éste se queda en silencio, así San Pedro bendice a Dante.

Canto 25 del Paraíso
Y después de la prueba de la fe, ahora es el turno de la esperanza: Beatriz sonríe y se dirige a Santiago, instándolo a examinar a Dante sobre la esperanza, virtud que el santo conoce bien pues es su figura alegórica. Dante comienza a hablar como un estudiante ansioso de mostrar sus conocimientos delante del maestro, luego afirma que la esperanza es la expectativa segura de la felicidad futura. Vale la pena señalar que este canto se abre con una esperanza terrena: Dante declara que, si un día le fuera posible regresar a Florencia gracias a la fama que le había traído el poema que había estado escribiendo durante muchos años, le hubiera gustado recibir la coronación poética en el Baptisterio de San Juan donde fue bautizado, habiéndose convertido en un poeta muy diferente de lo que había sido (pero este no fue el caso: Dante murió en el exilio y nunca regresó a su tierra natal). Otra luz, más brillante aún, se acerca a Dante: es el alma del evangelista San Juan. Dante intenta identificarlo pero queda deslumbrado y el apóstol le explica que el deslumbramiento está en intentar escudriñar lo que no hay màs: un cuerpo mortal, se está descomponiendo en la Tierra y permanecerá allí con todos los demás hasta el Día del Juicio. En el empíreo sólo hay dos cuerpos, el de Jesús y el de su madre María, todos los demás están esperando.

Canto 26 del Paraíso
En el canto anterior Danto había quedado deslumbrado y por tanto ciego, está inseguro y temeroso por la pérdida de su vista, hasta que San Juan le asegura que esta condición es sólo temporal y le insta a usar la razón para compensar la falta. De hecho, después de la prueba de la fe y de la esperanza, en este canto viene la prueba del amor que es, como dicen, ciego. El santo le pregunta cuál es el origen de la caridad y Dante responde que el bien como tal enciende el amor propio tan pronto como se comprende su esencia. La mente de quien está dotada de intelecto no puede sino amar a Dios, pues Él es el bien supremo. No es casualidad que Dante permaneciera ciego: esto le ayuda a ver mejor la esencia del amor: todo es un reflejo del amor divino y por eso siente que ama a cada criatura. En ese momento Dante recupera la vista y ve una cuarta luz: el espíritu de Adán.
4 preguntas curiosas que Dante le hizo a Adán: ¿cuál es la causa del pecado original? (respuesta: no la codicia de comer el fruto prohibido, sino el no querer acatar la voluntad divina), ¿cuánto tiempo ha pasado desde que Adán fue colocado en el jardín? (respuesta: 6498 años = 4302 años en el Limbo + 930 años de vida de Adán en la tierra + 1299, año en el que Dante encuentra Adán = 6532 - 33 años de vida de Jesús = 6498 años), ¿qué idioma hablaba Adán? (respuesta: el lenguaje evoluciona con el tiempo, por eso Adán dijo que ya en la época de Babel su lenguaje ya no existía) y última pregunta: ¿cuánto tiempo estuvo en el Edén? (respuesta: 7 horas desde las 6 de la mañana hasta las 13 de la tarde).


Canto 27 del Paraíso
El canto se abre con un contraste: la alegría celestial que es eclipsada por la codicia humana por las riquezas, entonces Pedro se sonroja de indignación y habla del Papa en ejercicio (Bonifacio VIII) que usurpa el trono papal en la Tierra, ha transformado el Vaticano en una sórdida cloaca por sus tráficos, hasta el punto que Lucifer disfruta de la corrupción de la Iglesia. Pedro está furioso al pensar que su efigie esté impresa en los documentos con los que se venden privilegios y beneficios eclesiásticos. Los papas, que deberían ser pastores, se han convertido en lobos rapaces. Pero la divina Providencia, prevé Pedro, intervendrá pronto, por lo que Dante es invitado a no ocultarlo, sino a revelarlo una vez que haya regresado al mundo.
A medida que las almas se alejan hacia el cielo Empíreo, Dante y Beatriz entran en el noveno cielo, el Primer Móvil que gira rápidamente, el principio animador del mundo, que mantiene a la Tierra quieta en el centro del Universo y hace girar a los demás planetas, comienza desde este Cielo. El Primum Mobile extrae la virtud que lo hace girar y con la que irradia la influencia astral sobre los demás Cielos desde la mente de Dios.
Beatriz acusa a los hombres de avaricia, que los mantiene en tierra y les impide levantar la mirada al Cielo: el deseo del bien es innato en el hombre, pero la corrupción y la falta de un guía seguro lo vuelven corrupto y totalmente estéril.

Canto 28 del Paraíso
El poeta ve un punto tan brillante que quien lo mira debe bajar los ojos para no quedar deslumbrado. Alrededor de la punta hay un círculo en llamas, que gira tan rápido que supera la altísima velocidad del Primer Móvil. El primer círculo está rodeado por nueve círculos más, cada uno de ellos también muy grande, y cada uno de ellos se mueve más lentamente y es menos luminoso cuanto más se aleja del punto central. Los círculos son más brillantes y rápidos cuanto más cerca están del centro, es decir, de Dios, independientemente de lo grandes que sean. Obviamente estos nueve círculos corresponden a las jerarquías angélicas: los dos primeros círculos luminosos corresponden a los Serafines y Querubines, el tercero a los Tronos. La otra jerarquía que incluye tres órdenes está formada por Dominaciones, Virtudes y Potestades. El séptimo y octavo círculo corresponden a Principados y Arcángeles, mientras que el último está formado por Ángeles.
Beatriz explica entonces a Dante el origen de esta estructura angélica que, históricamente, corresponde a la descripción dada por Pseudo-Dionisio el Areopagita, basándose en algunos pasajes del Nuevo Testamento, dividió los coros angélicos en 3 jerarquías, esferas o tríadas de ángeles, cada una de las cuales contiene tres órdenes o coros, por lo tanto 3x3=9, mientras que Gregorio Magno los enumeró en un orden diferente: tan pronto como este último ascendió al Primer Móvil, se dio cuenta de su error y se rió de sí mismo.

Canto 29 del Paraíso
Beatriz explica a Dante el motivo de la creación de los ángeles: no para aumentar el propio bien de Dios sino para que su esplendor se reflejara en otros seres fuera de Él, por eso creó las inteligencias angélicas, y junto con las sustancias angélicas se co-creó también el orden del Universo, de modo que el acto puro creó a los ángeles, la potencia pura produjo el mundo sensible, la potencia y el acto unidos formaron los Cielos. Luego explica también la rebelión de los ángeles orgullosos, tras el paso de Lucifer. Los ángeles entonces participan en la visión de la mente de Dios, pueden ver y leer los pensamientos, pero sobre todo no necesitan memoria para recordar algo. Béatrice condena las diversas escuelas filosóficas de pensadores en la Tierra, que difunden enseñanzas contradictorias en un deseo de mostrar su sabiduría. Sin embargo, esto es tolerado por el Cielo, mucho más que el hecho de que la Sagrada Escritura sea deliberadamente distorsionada por otros. Beatriz luego condena a los predicadores vanos y falsos. Los hombres creen ingenuamente todo lo que oyen, de lo cual se aprovechan los frailes de la Orden de San Antonio Abad para engordar sus cerdos (es decir, para enriquecerse), como otros frailes que, aprovechándose de la credulidad popular, venden indulgencias inválidas.

Canto 30 del Paraíso
Beatriz informa al poeta que han dejado el Primer Móvil y han ascendido al Empíreo, el Cielo que es pura luz llena de intelecto, amor, bondad y alegría, donde Dante verá el triunfo de los ángeles y los bienaventurados, estos últimos con sus cuerpos mortales que reclamarán en el Día del Juicio. Dante no tiene tiempo de escuchar las palabras de Beatriz cuando se da cuenta de que ha adquirido una facultad visual mayor que su natural, ya que ahora es capaz de observar con sus ojos cualquier luz, incluso la más intensa. Dante se precipita a contemplar el río de luz, como un recién nacido que se despierta más tarde de lo habitual y se lanza hacia la leche: los ojos de Dante saborean esa visión de ambas cortes celestiales, la de los ángeles y la de los bienaventurados que forman en círculo una rosa.
Beatriz conduce a Dante al centro de esa rosa celestial, la mujer le explica que es el consejo de los bienaventurados, la Jerusalén celestial. Beatriz le mostrará a Dante un asiento vacío en la rosa blanca de los bienaventurados sobre el que está colocada una corona, explicándole que ésta ya está destinada al emperador Enrique VII quien descenderá sobre Italia para poner fin a las disputas entre el papado y el imperio, pero será traicionado por el papa Clemente V quien instigherà la oposición del partido güelfo contra él.

Canto 31 del Paraíso
Dante observa la rosa blanca de la bienaventurada, mientras la hueste de ángeles, que vuelan y ven perfectamente la gloria divina, descienden entre los asientos y ascienden continuamente hacia Dios, similar a un enjambre de abejas que entra en las flores y luego regresa a la colmena para producir miel. Cuando Dante se dirige a Beatriz para hacerle preguntas en lugar de la mujer, ve a un anciano (San Bernardo) a su lado, mostrando la devoción de un padre amoroso. Dante le pregunta dónde está Beatriz y el santo responde que fue la mujer quien lo llamó desde su asiento para guiar al poeta en la última parte del recorrido, mientras ella ha regresado a ocupar su asiento en el tercer escalón de la rosa, comenzando desde lo alto. Este cambio de liderazgo es una metáfora teológica: la fe (Beatriz) por sí sola no es suficiente para ascender a la presencia de Dios, sino que sólo se puede alcanzar a través de la contemplación mística (San Bernardo). Dante mira hacia arriba y ve a Beatriz sentada en su trono, coronada por un halo que proyecta una luz divina sobre ella. El poeta se dirige a la mujer con un apasionado saludo y agradecimiento, porque Beatriz por su amor descendió a los Infiernos y lo condujo a la bienaventuranza del Paraíso, actuando como su guía: lo condujo de la esclavitud del pecado a la libertad, por todos los caminos que estaban a su alcance, por eso Dante le pide que custodie en él el don que ella le ha dado.
San Bernardo se dirige a Dante y le insta a dirigir su mirada a lo largo de la rosa, para que su camino hacia Dios se complete preparándose para la elevada visión de su mente. María, añade el santo, ayudará a Dante a obtener esta gracia y así Dante levanta la mirada y ve un punto de la rosa que supera a todos los demás en esplendor, así como al alba la parte oriental del cielo supera en brillo a la occidental y esa es la gloria de la Virgen María.

Canto 32 del Paraíso
San Bernardo comienza a explicar a Dante la disposición de los bienaventurados en la rosa celestial, indicando a Eva que ocupa el asiento a los pies de María, quien curó el pecado original causado por ella. En el tercer nivel de asientos está Raquel, debajo de Eva y al lado de Beatriz, mientras que más abajo Dante puede ver a Sara, Rebeca, Judith y Rut. Es muy interesante observar como los primeros lugares son todos de mujeres, luego a medida que se va descendiendo están las grandes figuras masculinas: Juan Bautista, San Francisco, San Benito y San Agustín. Luego están las almas de los niños. Terminada su explicación, Bernardo insta a Dante a mirar el rostro de María, porque sólo su esplendor puede ayudarle a contemplar la figura de Cristo. Cuando el tiempo concedido a Dante para completar su viaje ultraterreno está por terminar, Bernardo deja de ilustrar al poeta la disposición de los bienaventurados y lo invita a dirigir su mirada hacia Dios.

Canto 33 del Paraíso
Hemos llegado al final del largo viaje de Dante, él está en el Empíreo y está listo para ver a Dios. San Bernardo intercede ante María en nombre de Dante y le explica cómo se elevó desde el pantano del infierno para llegar al Paraíso en busca de la visión de Dios que ella puede ayudarlo a alcanzar. María asiente con una mirada silenciosa. San Bernardo invita a Dante a mirar a Dios y desde ese momento la visión del poeta es tal que el lenguaje es insuficiente para expresarla. Dante es como alguien que sueña y al despertar no recuerda nada, pero conserva una fuerte impresión en el alma y una dulzura infinita en el corazón. Todos los grandes místicos coinciden en este hecho: las dimensiones más profundas del alma o de la psique humana son sensitivas, no racionales, se llega a ellas con el corazón, no con la cabeza. Aquí la comprensión es sensible, hecha de impresiones emocionales más que intelectuales y Dante comienza a sentir lo que vive la mente de Dios: la conexión de cada criatura con el universo, la Trinidad y la Encarnación del Verbo que es ese amor que mueve cada cosa que Dante condensa en las estrellas.
Recordemos que cada reino y último canto siempre termina de la misma manera:
INFERNO: Y luego salimos a ver las estrellas otra vez.
PURGATORIO: Puro y listo para ascender a las estrellas.
PARAÍSO: El amor que mueve el sol y las estrellas

CONCLUSIÓN DE LA DIVINA COMEDIA
Un dato curioso: En realidad, Dante simplemente llamó a su obra Comedia, indicando así que no estaba escrita en un lenguaje elevado y tenía un final feliz. Fue Boccaccio (también importante escritor de la época) quien, unos años después, al leerla, dijo que era divina y por eso se llamó posteriormente "Divina Comedia". El Paraíso, al igual que los otros dos reinos, aunque más abstracto, místico y ambientado en dogmas y personajes bíblicos y religiosos, no es más que un estado de nuestra psique o alma donde quienes están verdaderamente evolucionados son capaces de conocerse a sí mismos y por tanto ver la esencia de Dios dentro de sí mismos. Fueron 3 los grandes misterios que Dante comprendió en su última visión: el primero es la conexión de todo con el universo, pues Dios está en todo (llámese Dios, o átomo, energía, aliento, espíritu, fotón, partícula, motor primario, etc...) la esencia es siempre la misma: El absoluto que todo lo hace relativo. El segundo es el misterio de la Trinidad, todo en la naturaleza es trinitario (protón, electrón y neutrón… amante, amado y amor… Yin, Yang y Wuji…) incluso nuestra alma está hecha de manera trinitaria: cabeza, corazón y conciencia, o intelecto, voluntad y consciencia. El tercer misterio es la Encarnación, es el amor cuando se hace práctica, realidad, vida, cuando se encarna, porque cada uno de nosotros no es otra cosa que el amor encarnado de dos personas (los padres) que dijeron amarse. Todo el recorrido del Paraíso no es más que un viaje de conocimiento que comienza con las siete esferas planetarias que son una clara alusión a las siete artes liberales: gramática, retórica y dialéctica (el Trivium); aritmética, geometría, música, astronomía (el Quadrivium), enseñadas en escuelas esotéricas. Para luego pasar a los coros angelicales y visiones introspectivas que son símbolo de nuestra espiritualidad interior.
Podemos decir que la Divina Comedia termina con la misma mirada de un enamorado que ve a la persona que ama o de un recién nacido que contempla a su madre.

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